“Nunca más”: del grito colectivo al manoseo político.
En el corazón de muchas democracias latinoamericanas, especialmente en Argentina, la frase “Nunca más” representa un pacto moral y político de la sociedad consigo misma. Surgida como una consigna que resume el repudio a los crímenes de lesa humanidad cometidos por las dictaduras militares, “Nunca más” simboliza la decisión colectiva de no repetir el horror: ni desapariciones forzadas, ni tortura, ni terrorismo de Estado. Sin embargo, en los últimos años, esta frase ha sido objeto de un uso político creciente que ha comenzado a vaciarla de contenido y, aún más grave, a deslegitimar su potencia simbólica.
El problema no reside en que “Nunca más” se mantenga como consigna activa, al contrario, es fundamental que así sea, sino en su instrumentalización partidaria. Diversos sectores del espectro político han comenzado a apropiarse de la frase, deformando su significado original para ajustarlo a sus intereses coyunturales. Desde usarla para justificar políticas públicas ajenas al espíritu de derechos humanos, hasta aplicarla de forma ambigua a situaciones que, si bien graves, no guardan relación con los crímenes sistemáticos del pasado, el resultado es un debilitamiento del consenso social sobre lo que esa frase representa.
Este uso oportunista no solo banaliza el recuerdo de las víctimas y el trabajo de décadas en materia de memoria, verdad y justicia, sino que genera una reacción de rechazo en sectores que perciben esa consigna como propiedad de un sector político, en lugar de patrimonio colectivo. Así, lo que debería unir, comienza a dividir. Lo que fue una bandera de todos, comienza a parecer un estandarte partidista. Y eso abre una puerta peligrosa: la del negacionismo, la relativización del pasado y la pérdida de credibilidad en los discursos institucionales sobre derechos humanos.
El desafío, entonces, es doble. Por un lado, rescatar el “Nunca más” de las manos del oportunismo político, devolviéndole su densidad histórica y su significado original: el repudio absoluto a todo tipo de autoritarismo estatal, venga de donde venga. Por otro, reconstruir un consenso social amplio y plural, que permita sostener esa consigna como principio ético transversal, y no como herramienta de disputa coyuntural.
Si el “Nunca más” se transforma en un eslogan vacío, repetido sin contexto ni contenido, no solo se traiciona la memoria del pasado, sino que se debilita la defensa del presente. La democracia no puede permitirse ese lujo.
Redacción: Fm 98.7 “Un nuevo concepto en radio”