El cumpleaños de Lorenzo y de “Carrizo”…

Dicen que hay días en que el campo habla. No con palabras, sino con gestos, con aromas, con el eco de los cascos de los caballos sobre la tierra. El sábado 3 de mayo fue uno de esos días. Amanecía con cielo limpio y a media mañana, comenzaron a llegar los primeros invitados.
En “La quinta de Lorenzo”, el aire traía olor a cuero, humo y pasto mojado. En la tranquera de la entrada la bandera flameaba suavemente, acompañada por el silencio de todos. Solo el viento se animaba a silbar. Era el comienzo de una jornada bien criolla.
El humo del asado dibujaba promesas en el aire. Costillares al asador, parrilla con achuras, chorizos, un par de corderos… Siempre el fogón es un gran escenario. Ese escenario donde se cuentan anécdotas entre risas y silencios. Silencios que siempre dicen más que muchas palabras.
Una breve sobremesa y la Prueba de riendas. Caballos criollos que corren, giran y frenan en seco como si leyeran el pensamiento del jinete. No hay gritos. Solo aplausos. Porque lo que se muestra no es destreza para lucirse, lo que se muestra es una historia de trabajo y de respeto entre el hombre y el animal.
Después, el corazón del día: la jineteada. Desde la orilla del alambre se siente el temblor del piso cuando los reservados salen al galope. El campo se llena de tierra y de emoción. Un jinete, un rebenque, el coraje apretado en los dientes. Segundos eternos. Un cuerpo que aguanta, un caballo que resiste. Y al final, el aplauso. Siempre el aplauso. Ese que no juzga, sino que agradece.
Cuando el sol comenzaba a caer, teñido de naranja, se escuchaban los acordes de una guitarra, y la voz del animador en una copla final, clara y sencilla resumiendo la jornada.
El cumpleaños de Lorenzo y de “Carrizo” no es un evento más. No es solo folclore. Es una manifestación de nuestra cultura. Una manera de decir: aquí estamos, con la tierra en las alpargatas y la historia y la tradición en la sangre.
Gracias por hacernos parte de esa hermosa celebración…