Arte urbano o vandalismo: ¿Qué nos dicen los jóvenes cuando intervienen el espacio público?

Arte urbano o vandalismo: ¿Qué nos dicen los jóvenes cuando intervienen el espacio público?
Las plazas públicas, paredones y garitas son espacios cotidianos que forman parte del paisaje urbano de cualquier ciudad. Muchas veces los damos por sentados, como si fueran meras estructuras funcionales. Sin embargo, en los últimos años, estos espacios han sido objeto de intervenciones visuales, simbólicas y físicas: se pintan murales, se escriben consignas, se pegan carteles, y en ocasiones, se rompen. Esto nos lleva a una pregunta inevitable: ¿Estamos frente a expresiones de arte urbano o simplemente ante actos de vandalismo? Y más aún: ¿Qué nos están diciendo los jóvenes cuando deciden actuar sobre estos espacios?
El espacio público como lienzo…
Para muchas y muchos jóvenes, el espacio público es una plataforma de expresión. Ante la falta de oportunidades para ser escuchados en los canales tradicionales (medios de comunicación, instituciones, política), las calles se convierten en un lienzo. Pintar un mural en una pared gris o intervenir una garita con colores vivos puede ser una forma de reclamar visibilidad, de expresar una identidad, una denuncia o un sentimiento colectivo.
El arte urbano, cuando se realiza con intención estética y política, es una forma legítima de comunicación. Muchas veces, estos murales contienen mensajes sociales potentes: reclamos de justicia, memoria histórica, lucha ambiental o identitaria. No es raro ver frases como “Ni una menos”, retratos de referentes populares, o consignas feministas o antirracistas. Son intervenciones que nos interpelan y nos obligan a mirar más allá de lo cotidiano.
No todas las intervenciones son decorativas o comunicativas. Algunas veces, el espacio público es directamente dañado: garitas rotas, monumentos rayados, bancos destrozados. Aquí es donde se suele hablar de vandalismo, y con razón. Pero incluso estos actos, aparentemente gratuitos o destructivos, pueden tener un trasfondo social.
Romper algo público puede ser una forma de expresar frustración, enojo, impotencia. No se trata de justificar, sino de entender. ¿Por qué alguien decide romper? Muchas veces, detrás de ese gesto hay una sensación de exclusión, de no pertenecer al sistema que construyó esa ciudad. La violencia contra el espacio urbano puede reflejar una violencia previa, estructural, vivida en carne propia.
La juventud, a través de estas acciones, nos está hablando. Nos dice: “Mírennos”, “Escuchen lo que tenemos para decir”, “Este sistema no nos representa”. Lo hace con murales coloridos, con frases filosas, con intervenciones que muchas veces transgreden normas. En lugar de condenar automáticamente, quizás deberíamos preguntarnos por qué sienten que esa es la única forma de hacerse notar.
Cuando una pared se pinta, cuando una plaza se interviene o incluso cuando una garita se rompe, hay una conversación latente. Es responsabilidad de la sociedad adulta interpretar, abrir canales de participación, generar políticas culturales y espacios reales donde esa energía creativa o esa rabia acumulada puedan canalizarse de forma constructiva.
La línea entre arte urbano y vandalismo puede ser difusa, pero siempre hay una intención detrás de la intervención del espacio público. La juventud, al apropiarse del entorno urbano, nos está enviando mensajes: sobre quiénes son, qué les duele, qué sueñan. En vez de tapar, reprimir o castigar, tal vez debamos empezar por mirar y escuchar. Porque en esas paredes, garitas y plazas pintadas o rotas, se escribe también el relato de una sociedad que cambia, a veces con belleza, otras veces con furia, pero siempre con urgencia de ser oída.

Redacción: Fm 98.7 “Un nuevo concepto en radio”