El cotidiano ejercicio de la radio en general, pero el ciclo de entrevistas en particular, me da una idea apenas de poder saber cómo y por qué vota la gente.
La gente vota como vota por una combinación compleja de factores personales, sociales, culturales, económicos y emocionales. No hay una única razón, pero sí varios elementos que suelen influir:
1. Identidad política e ideológica.
Muchas personas votan por partidos o candidatos con los que se identifican ideológicamente (por ejemplo, izquierda, derecha, peronismo, liberalismo).
La identidad partidaria se forma desde la infancia, en la familia o el entorno social.
2. Situación económica personal.
El bolsillo pesa: si la economía personal o familiar está mal, muchos votan por un cambio.
Si se sienten estables o beneficiados por un gobierno, tienden a respaldarlo.
3. Emociones y percepciones.
El voto no siempre es racional; el enojo, el miedo, la esperanza o el hartazgo son motores potentes.
La comunicación política apela a estas emociones.
4. Medios de comunicación y redes sociales.
Lo que se escucha, ve y comparte influye mucho. Los medios construyen climas de opinión y las redes refuerzan creencias o crean burbujas.
Las fake news también pueden moldear decisiones.
5. Experiencias pasadas.
La memoria colectiva o individual sobre gobiernos anteriores pesa: si algo “no funcionó”, difícilmente se repita el voto.
El “voto castigo” es común frente a gestiones mal evaluadas.
6. Confianza en los candidatos.
Más allá de los partidos, muchas personas votan por la figura, su credibilidad, carisma, o forma de hablar.
La cercanía, la coherencia o el estilo personal del candidato pueden marcar diferencias.
7. Influencias del entorno.
Familia, amigos, referentes comunitarios, sindicatos, iglesias o grupos sociales tienen peso en la decisión.
A veces se vota como “Vota el barrio”.
8. Narrativas y relatos.
Los discursos que conectan con aspiraciones o miedos tienen más chances de captar votos.
Quien logra “Darle sentido” a lo que pasa y ofrecer una salida clara, convence más.
Ante todo esto hay una pregunta que atraviesa sobremesas, cafés, charlas de pasillo y debates en redes: ¿Por qué la gente vota como vota?
En una democracia, el voto es sagrado, pero también complejo. No siempre responde a ideas claras o programas elaborados. A veces, el voto es un grito, un castigo, una apuesta, o simplemente una reacción al cansancio.
Las elecciones de 2023 en Argentina nos dejaron una foto cruda: un país profundamente frustrado con su dirigencia, con la política tradicional y con una economía que hace años le da la espalda a la mayoría.
La gente no votó con esperanza… votó con bronca. Votó con el bolsillo roto, con la heladera vacía y con el futuro hecho pedazos. Votó con el recuerdo fresco de promesas incumplidas y de peleas internas que nunca resolvieron lo esencial.
Y en ese escenario, emergió un candidato que rompió todos los moldes. Javier Milei no fue un accidente: fue la consecuencia. No llegó por carisma ni por estructura, sino por representar, con todas sus contradicciones, una rabia acumulada que nadie supo encauzar.
Su estilo, su discurso, sus propuestas radicales… conectaron con millones que ya no confían en nadie. Que no creen en partidos, ni en el Congreso, ni en los sindicatos, ni en los medios.
No fue un voto ideológico. Fue un voto emocional.
Y eso debe llamarnos a la reflexión. Porque cuando la política deja de dar respuestas, otros ocupan el lugar. Y a veces, lo hacen con recetas peligrosas.
El desafío de hoy no es criticar el resultado, sino entenderlo. Comprender que la democracia también habla con bronca. Que el voto no siempre elige lo mejor, pero sí lo que más resuena con lo que se siente.
Hoy más que nunca, es tiempo de escuchar. De reconstruir confianza. De dejar de hablarle solo a los convencidos y empezar a hablarle al que está harto.
Porque si no aprendemos a leer el voto, lo vamos a seguir subestimando. Y eso, en la historia argentina, ya sabemos cómo termina…
Redacción: Fm 98.7 “Un nuevo concepto en radio”