El morbo tapa la realidad: crónica, desapariciones y un país que no mira de frente.
En la vorágine de la noticia rápida, la crónica policial se ha convertido en un espectáculo cotidiano. Medios, redes sociales y programas de televisión explotan hasta el cansancio los casos de desapariciones, femicidios, tiroteos y allanamientos, construyendo un relato cargado de morbo que, más que informar, entretiene. Pero esa narrativa, enfocada en el impacto emocional inmediato, muchas veces termina tapando lo verdaderamente importante: los problemas estructurales que originan estos hechos.
La desaparición de pibas en La Matanza no es un hecho aislado ni una “Anécdota trágica”. Es una señal de alarma que desgarra la superficie para dejar al descubierto un flagelo que lleva décadas creciendo: el narcotráfico. En las villas, barrios populares y zonas vulnerables del conurbano bonaerense, como en muchas otras regiones del país, el narcotráfico no solo se consolidó como economía paralela, sino como forma de organización social. Donde no llega el Estado, llega la droga. Donde no hay escuelas, trabajo ni futuro, aparece el “transa”, el “soldadito” y la promesa de dinero fácil que termina costando la vida.
Sin embargo, esa trama compleja rara vez es contada con seriedad. Se prefiere el relato del caso puntual, el drama humano en primer plano, la familia llorando frente a cámaras, el móvil en vivo desde el lugar del hallazgo. El consumo de este tipo de contenido genera ratings, clicks, reacciones. Pero, ¿qué pasa después? ¿Qué se hace con esa indignación mediática que dura apenas lo que una tendencia viral?
Mientras tanto, los problemas estructurales se mantienen igual: una educación pública cada vez más precarizada, una pobreza que se vuelve crónica, un Estado que llega tarde o no llega, y una inseguridad que no se soluciona solo con más patrulleros, sino con políticas sociales de fondo. Las villas se siguen pensando como “tierra de nadie”, cuando en realidad son territorios abandonados a su suerte, donde muchas veces la única ley que impera es la del más violento.
Las pibas que desaparecen en La Matanza no son solo víctimas individuales, son también símbolos de un sistema que fracasa en protegerlas, en ofrecerles oportunidades, en brindarles un contexto digno para vivir. Y cada vez que una noticia tapa el fondo del asunto, se pierde la oportunidad de discutir lo importante.
Es hora de dejar de consumir tragedias como si fueran novelas. El periodismo, la política y la sociedad deben empezar a mirar más allá del caso y enfocarse en lo sistémico. Porque si no se cambia lo estructural, la historia se repetirá una y otra vez. Y el morbo seguirá ganando, mientras la realidad sigue doliendo.
Redacción: Fm 98.7 “Un nuevo concepto en radio”